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Mi Primera Experiencia en el Exterior

Actualizado: 14 feb 2019




Mi nombre es Cecilia y hace unos cuantos años también tuve la idea de hacer un intercambio cultural.


Lo hablé con mis papas, y mi papá, que era una persona muy abierta, al instante accedió. Con mamá tuvimos que luchar un poco más, aunque finalmente accedió únicamente si iba

a California, donde ella tenía un primo. Todos tenemos uno o dos papás sobre protectores

ya que no vivimos en un mundo muy seguro, aunque hay algunos lugares mas seguros que otros.


Este no iba a ser mi primer viaje sola. Ya había estado en EEUU por trabajo, así que al menos viajando en avión ya tenía un poco de experiencia. No se olviden que para los que nunca viajaron en avión esto puede ser toda una aventura en si misma: la inmensidad de los aeropuertos, vuelos demorados o cancelados, la búsqueda del equipaje, migraciones, etc. La primera vez esto puede parecer aterrador. Sin embargo teniendo una buena asesoría los problemas se mitigan y el viaje en sí es toda una aventura para contar a tu regreso.


Mis tíos me fueron a buscar al aeropuerto de Los Ángeles y me llevaron a San Diego, donde

comenzó mi maravillosa primera experiencia sola. Me dejaron en la casa de la familia donde iba a convivir y al día siguiente, luego de la explicación de la familia de cómo llegar a la Universidad, fui a tomar mi primera clase. Ya había tenido la precaución de organizar todo antes de llegar porque en el fondo sabía que empezar una vida nueva en otro lugar iba a tener sus complicaciones y era mejor tomármelo seriamente. Una de mis primeras prioridades fue buscar nuevos amigos.


Me hice amiga de un grupo de italianos. Como yo era la más joven del grupo no podía ir a bailar, ni beber, ni alquilar un auto. Todo lo tenía que hacer con amigos. El grupo de chicos italianos me ayudó mucho en este sentido, así que iba con ellos a todos lados. En el grupo había un chico lindo, Luca, quien me cuidaba todo el tiempo, me llevaba a todos lados en un auto alquilado y me pasaba a buscar para salir. Como no podía ir a bailar con ellos, Luca y el resto de mis nuevos amigos organizaban fiestas propias o nos íbamos de paseo juntos. Un día incluso nos fuimos cuatro chicas y cuatro chicos a Las Vegas. Imagínense: de una vida de barrio normal en Buenos Aires a viajar con amigos a Las Vegas.


Con la familia no fue la mejor experiencia. No había mucha química pero tuve que adaptarme. Hacía lo que me correspondía en la casa y luego buscaba actividades fuera de

la casa lo más posible, para minimizar los posibles roces. De esta manera encontré la forma de llevarnos bien.


Mi viaje a San Diego no fue muy largo pero suficiente para hacer muchos amigos con los

cuales mantuve contacto por bastante tiempo. Es normal que algunas amistades se

desvanezcan con el tiempo: la gente se casa, cambia de trabajo y sigue su propio camino. Sin embargo aun tengo dos amigos que han perdurado en el tiempo y a la distancia: Luca,

el italiano, y Megan, una de las chicas del grupo. Aunque no lo crean en ese tiempo todavía intercambiábamos cartas por correo porque el email no era tan popular ni común.


Las cartas podían tardar tanto una semana como tres meses y yo esperaba con ansias la

llegada de nuevas noticias del viejo mundo o de Estados Unidos.


Megan era de San Diego, ayudante de uno de nuestros profesores y con ella la amistad

perdura hasta hoy. En nuestras cartas nos contábamos como nos iba con los chicos y

como era nuestra vida cotidiana. Las cartas que llegaban de Europa eran las más esperadas. Una vez al mes llegaba una carta de Luca contándome detalles sobre la ciudad donde vivía, su casa, su barrio y sus alrededores. Juntos vivimos su servicio militar, sus diferentes trabajos y hasta sus historias de amor. A pesar del tiempo y la distancia nunca dejamos de estar en

contacto. Quizás nos perdíamos por un tiempo pero luego volvíamos a reencontrarnos.


Vivir en un país distinto es una experiencia increíble, imposible de explicar, porque todas las experiencias y aventuras son experiencias personales y distintas. Cada uno forja su propia historia. Pero algo sí es común a todas estas vivencias y es que son experiencias de viaje que nos hacen crecer a múltiples niveles, nos independizan, nos dan una perspectiva mucho más amplia del mundo, y nos ofrece nuevas y grandes oportunidades.


Cuando volvemos nos damos cuenta que ya no somos aquella persona que partió con

sueños abstractos. Nos damos cuenta de cuánto hemos crecido en tan poco tiempo. Y

nos damos cuenta de cuánto más queremos de la vida.

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