Soy María y tengo una hija soñadora. Mi única hija es Au Pair.
Siempre quiso conocer gente y lugares remotos…¡parecía una utopía!
En su búsqueda de canales que la llevaran a concretar su deseo, contactó con un universo de posibilidades. Supo que existían organizaciones que servían de nexo para conseguir trabajo, vivienda y remuneración en otros países.
La acompañé en su ansiedad por conocer los pasos para alcanzar su objetivo. Tener buena base en idioma inglés la favoreció. Una de mis mayores preocupaciones era saber si estábamos ante una empresa sería y responsable. Pensaba, supongo como toda madre, que no dejaría a merced de gente inescrupulosa mi bien más preciado: mi hija.
Mediante una comunicación fluida y esclarecedora, comprobé la idoneidad de las personas que se encargarían de brindarle todos los requisitos para llegar al objetivo: que mi hija pudiera ganarse su dinero trabajando y de paso hacer realidad su sueño de conocer nuevos amigos y lugares del mundo que yo, niremotamente lo lograría.
Debo confesar que de mi parte tuvo y tiene todo mi apoyo; pero todo, absolutamente todos los trámites previos para lograr la aceptación de una familia que la recibiera, es mérito de mi hija viajera y la excelente labor de su coordinadora, quien estuvo siempre para responder a sus muchas preguntas.
Felizmente, llegó la instancia decisiva. La hora del viaje. Las mamás sabemos que los hijos, un día echan a volar. Y, sabiendo que el más grande de sus anhelos estaba a un paso de concretarse, guardé muy dentro de mi corazón toda la ansiedad y felicidad de mi hija. Ella estaba abriéndose al mundo. Estaba comenzando a trazar sus primeras pinceladas en la vida que siempre soñó. Y fue en un aeropuerto donde mi niña se hizo adulta.
Pasaron tres años y el entusiasmo es el mismo. En medio del camino, como al pasar, me hizo partícipe de su sueño: gracias a mi hija Au Pair, ¡yo también tengo sellos en mi pasaporte!
María (mamá de María Esperanza @maria_luna_fresita)
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